En Taking up the Mantle, Daniel Salinas teje la complejidad de los hilos de la fe evangélica en Latinoamérica. Los hilos divididós en Europa en el siglo XVII, llegaron a América Latina en los movimientos misioneros del siglo XIX y permanecen divididos hasta hoy día. A pesar de que existen conflictos teológicos entre los tres mayores grupos del protestantismo de Latinoamérica (Pentecostalismo, dispensacionalismo y denominacionalismo— según la perspectiva de Salinas) y a pesar de la violencia que ha plagado los paísesde habla español, existe un crecimiento teológico asombroso en la iglesia latinoamericana. Además, ha ocurrido un avance importante hacia una expresión ecuménica en la historia de Latinoamérica. Este libro descubre secciones de la historia latinoamericana que no se han explorado hasta ahora. Este estudio debe estimular la iglesia latinoamericana con el conocimiento de que también están parados sobre los hombros de gigantes.

Taking up the Mantle usa un acercamiento cronológico e institucional para contar la historia de la teología latinoamericana en el siglo XX. Salinas empieza su narrativa con el Congreso de Panamá en 1916 y termina con varias reuniones y conferencias teológicas en las décadas de 1970 y 1980. Esto provee al lector una perspectiva coherente de la teología evangélica en Latinoamérica en el siglo XX, aunque no es una imagen completa. Sin embargo, capítulo uno prepara el escenario e introduce al lector con el clima político y teológico de Latinoamérica para el cambio del siglo, enfocándose en cómo reuniones estratégicas y sus publicaciones revelan el pensamiento evangélico en esos años tempranos. Muchas discusiones en estas reuniones se centraron en cómo evangélicos deben relacionarse con católicos romanos, con los del Evangelio Social, y con misioneros de Norte América. Salinas identifica tres generaciones distintas de evangélicos latinoamericanos, las cuales corresponden a capítulos dos, tres y cuatro de su libro. La primera generación, según Salinas, duró desde el Congreso de Panamá en 1916 hasta la Primera Conferencia Evangélica Latinoamericana (CELA I) en Buenos Aires en 1949. Incluyó líderes políticos como el misionero Presbiteriano de Escocia John A. Mackay, el pastor Argentino Gabino Rodríguez, y el periodista Mexicano y Metodista Gonzalo Báez-Camargo. La revista de Báez-Camargo, Lunimar, quería ver a Protestantes “Latinizados” y hechos más como una “planta nativa,” y el libro de Makay de 1932 The Other Spanish Christ (El Otro Cristo Español) llegó a ser el clásico más citado en el futuro teológico de Latinoamérica (43). Después vino la segunda generación, la cual duró desde CELA I hasta la fundación de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) en Cochabamba, Bolivia en 1970. Esta generación, que incluye líderes ecuménicos como el Argentino Rene Padilla y el Peruano Samuel Escobar, se vio enfrentada con una necesidad urgente para repuestas teológicamente sanas hacia el radicalismo creciente en la década de 1960. Según Salinas, la mayoría, “de líderes eclesiales no estaban preparados para manejar esta situación” (56). Sin embargo, unos pocos surgieron una teología contextualizada que permitió que evangélicos latinoamericanos fueran mediadores entre los extremos de capitalismo y colectivismo. Esto ocurrió cuando desecharon sus “vestiduras anglosajonas,” como Padilla los llama (92). Pero la unidad y consolidación que trajo la formación de FTL no permaneció. La Teología de Liberación llevó a una división en la comunidad teológica de Latinoamérica. Los años 1970 a 1980 fueron “una década inestable” marcada por una grieta entre la Confraternidad Evangélica Latinoamericana (CONELA), la cual se alineaba con el Movimiento Lausanne que era más conservador teológicamente, y el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) , el cual se alineaba más con el Concilio Mundial de Iglesias (World Council of Churches), el cual era más liberal teológicamente (141). Capitulo cinco finaliza con un bosquejo de las exploraciones de los evangélicos latinoamericanos en la búsqueda por una definición propia y madura—su relación con otras teologías del Tercer Mundo, conversaciones continuas con el movimiento Pentecostal (que seguía creciendo rápidamente), y el rol de teólogos en el pensamiento teológico Latinoamericano.

El trasfondo de Salinas en teología y su familiaridad con la cultura Evangélica de Latinoamérica brilla en una forma clara a través de su narrativa, él une los conflictos políticos con la esperanza escatológica que se encuentra en la liturgia de habla español. Adicionalmente, su énfasis en el pentecostalismo es consistente con las tendencias demográficas, como muestra Salinas, 1 en 4 evangélicos eran pentecostales en 1940. Por último, él regresa vez tras vez al tópico de Cristología, subrayando la tendencia evangélica a desenfatizar la humanidad de Cristo (Docetismo), la cual actualmente alimentó la retórica de la Teología de Liberación. Rene Padilla afirma: “[Teología de evangélicos latinoamericanos] afirma el poder transformador de Cristo con relación al individuo, pero es completamente incapaz de aplicar el evangelio a la ética social y la vida social” (141-42). Esta tendencia no se ve en la teología de la Liberación, la cual desenfatíza la deidad de Cristo, y que en ocasiones llevó a la violencia. El resultado contemporáneo de estas dos conversaciones paralelas fue una perspectiva errada de la Encarnación y pasión de Cristo, lo cual lleva a una teología incorrecta de sufrimiento que hoy en día se ha vuelto la Teología de la Prosperidad. Estas deficiencias teológicas permiten que Salinas concluya en una forma exhortatoria en su conclusión: clama por más educación teológica y textos teológicos escritos en (no traducidos al) español.

Es adecuado que esto venga de un académico que ha dedicado su vida a este esfuerzo. Salinas debe ser aplaudido por su arduo trabajo en los archivos históricos. Este libro está llenísimo de notas a pie de página y una bibliografía muy completa, y es fiel al testimonio de las fuentes primarias (las cuales, uno presume, que Salinas mismo tradujo de español a inglés para sus lectores). Desde el comienzo, Salinas claramente muestras su metodología: “el propósito aquí es dejar que se oigan las voces como se expresaron originalmente sin dejar que las perspectivas más recientes manchen nuestro acercamiento al material” (1). Sin embargo, esta metodología tiene sus desventajas. Con citaciones de bloque en casi cada dos páginas, la narrativa es difícil de seguir en ciertos momentos. Aunque hay mucho valor en leer estas citaciones largas, sería más de ayuda si Salinas hubieran acortado estas citas, limitando su número, o si hubiera provisto más de su propio comentario para ayudar al lector a sacar el máximo de entendimiento de cada citación de fuentes primarias. En todo caso, Taking the Mantle es un excelente comienzo para investigaciones futuras enfocadas en la teología evangélica latinoamericana del siglo XX. Nos introduce a un coro de voces latinoamericanas que merecen más atención. Por mucho tiempo los teólogos eruditos como Samuel Escobar y Rene Padilla han sido escondidos tras los teólogos de liberación. Por mucho tiempo los académicos han asumido que la teología latinoamericana empieza con Gustavo Gutiérrez. Salinas saca a la luz una historia mucho más profunda en Taking up the Mantle—en este texto Gutiérrez no llega hasta el capítulo cuatro. Resulta que la historia de la teología evangélica en Latinoamérica está más establecida y es mucho más diversa de lo que muchos han pensado.

Daniel J. King

Daniel J. King is a teacher at Clapham School in Wheaton, Illinois. He has a BA in History from Point Loma Nazarene University in San Diego, California, and an MA in the History of Christianity from Wheaton College. His research interests include modern Christian thought, evangelicalism, and historiography of the Reformation. Because his family members live in both the United States and Mexico, he has become increasingly interested in Latin American Christianity.

Jonatan C. Simmons

Jonatan C. Simons was born in Colombia and lived there until about the age of 15, when he and his family went to the USA to escape the violence of southern Colombia. He has a BA in cross-cultural studies from Palm Beach Atlantic University, an MDiv from Reformed Theological Seminary, and an MA in the History of Christianity from Wheaton College. He is part of the teaching faculty at FUSBC (Fundación Universitaria Seminario Bíblico de Colombia) in Medellin, Colombia. He is presently doing his PhD at Australian Catholic University, where he is studying Historical Theology with an emphasis on the 2nd century.