Abstract: Shaw propone un útil replanteamiento del acercamiento predominante a la educación teológica, argumentando que el liderazgo cristiano requiere una interacción más amplia con diciplinas académicas. Sin embargo, hay que ser cautelosos. Una interacción acrítica solo repetirá los errores de generaciones previas. Además, los seminarios deben reducir la dicotomía entre teoría y práctica. Deben ayudar a los estudiantes a aprender a pensar teológicamente y desarrollar un criterio teológico que pueda ser usado dentro de cualquier vocación, de modo que puedan interactuar, aunque espacios tradicionalmente seculares, desde un punto de vista abiertamente cristiano. So too is the plight of theological schools.
La educación teológica en el siglo XXI está siendo criticada porque en general el mundo de la iglesia y de la sociedad están cambiando. Los escenarios en los que nuestros estudiantes y graduados están trabajando son mucho más variados y diversos que los de la generación pasada. Los conceptos de ministerio están ampliándose y ahora no se limitan a los clásicos ministerios eclesiásticos. Este artículo (“Re-landing Theological Education”) aborda un tema importante, estratégico y a la vez sensible e incómodo, especialmente para los educadores teológicos tradicionales.
Concuerdo con el autor que la educación teológica debe incursionar en campos y disciplinas académicas que no han formado parte de su currículo. La educación teológica clásica se ha enfocado, como lo dice el autor, en las ciencias bíblicas y las humanidades (filosofía, literatura e historia). Pero ahora las demandas de la sociedad van por otros campos del saber, tales como las ciencias médicas, las ciencias de la educación o el trabajo social. Yo agregaría las ciencias de la conducta humana (psicología), las ciencias de la comunicación, las ciencias de la administración y el liderazgo, la sociología y otras. Todas estas ciencias tienen algún grado de cercanía y afinidad con la teología y con el ministerio. La interacción entre la teología (en su sentido más abarcador) y estas otras ciencias es ahora más necesaria que nunca.
Una manera común y muy frecuente de acercarnos a este tema es distinguiendo entre los estudios teológicos (Biblia, teología, Historia de la iglesia, exégesis), a los cuales identificamos como la teoría, y los estudios ministeriales o de campo o del “mundo real”, a los cuales identificamos como la práctica. Este acercamiento no nos ayuda mucho, porque perpetúa una dicotomía ancestral que nos ha hecho mucho daño. Lamentablemente la educación teológica clásica ha sido parte del problema y no de la solución. ¿De dónde sacamos la idea de que la teología es la teoría y el ministerio es la práctica? En realidad si la teología no es práctica, entonces no es auténtica teología. De forma similar, si el ministerio no es teológico, entonces no es auténtico ministerio. Un desafío que tiene la educación teológica en la actualidad es precisamente eliminar, o al menos reducir, esta dicotomía. La solución no es abandonar “lo teórico” para enfocarnos en “lo práctico”, sino integrar ambos en un solo enfoque.
Pasando ahora a las esferas en donde nuestros graduados van a ir a trabajar y a ejercer el ministerio, está claro que la educación teológica ya no debe limitarse a la formación de los ministros en los ministerios eclesiásticos clásicos (pastores, maestros, misioneros) que se ejercen en el contexto de la iglesia local o en organizaciones para-eclesiásticas afines. Ahora el ministerio se ha diversificado a tal grado que es prácticamente imposible abarcarlo todo en los estudios de un seminario determinado. En nuestro seminario (SETECA en la ciudad de Guatemala) se ofrece la licenciatura en teología con énfasis en varios campos: los clásicos campos de Biblia, teología, ministerios pastorales, educación cristiana, ministerios juveniles y ahora también música y consejería. Además, se ofrecen diplomados de pre grado en consejería y en gerencia y liderazgo cristiano. Este último es el menos “teológico” de todos, porque está dirigido no a la formación de ministros clásicos, sino de ejecutivos de mandos medios de empresas; cuyos dueños o ejecutivos superiores son cristianos y desean proveer alguna base teológica a sus ejecutivos de mandos medios. Algunos dirán que esto no es formación para el ministerio, y no lo es si pensamos en el ministerio de manera tradicional. Sin embargo, sí lo es si ampliamos nuestro concepto de ministerio. En los programas de posgrado se ofrece una maestría en consejería y una en ministerio cristiano con una amplitud de asuntos a tratar, desde liderazgo y administración, hasta trabajo social e impacto de la iglesia en la sociedad. Lo anterior representa solamente unos ejemplos de lo que algunos seminarios están haciendo para “aterrizar” la educación teológica en el “mundo real”.
La teología ha estado asociada con las humanidades desde tiempos de la Edad Media, y mucho más a partir de la Reforma Protestante del siglo XVI. No es necesario abandonar esta relación para entrar en relación con nuevas ciencias como las mencionadas arriba. Sin embargo, se impone una cautela. Con frecuencia la teología y la educación teológica han sido ingenuas en su acercamiento y relación con las ciencias afines. Muchas veces se ha aceptado acríticamente las teorías y verdades científicas, y se han incorporado a la educación teológica como si fueran verdades bíblicas. Por ejemplo, en las ciencias de la administración y el liderazgo, en el pasado se ha aplicado anacrónicamente teorías modernas a la Biblia misma. Un caso es el libro de Nehemías que se ha convertido en una especie de manual de planificación estratégica. Otro ejemplo viene de las ciencias de la comunicación. En el pasado y aún hoy se enseña homilética y predicación usando teorías de las ciencias de la comunicación de los años 50 del siglo pasado. Lo que hemos enseñado es a predicar con un bosquejo lógico, discursivo, secuencial, y con una idea central (big idea) y varios puntos para desarrollarla. Esa fue una teoría muy útil para la comunicación en el pasado y en contextos de personas medianamente educadas. ¡Incluso enseñamos que así predicaron Jesús y los apóstoles! La postmodernidad nos está enseñando que la comunicación va por otro camino ahora.
Es facil casarnos y santificar ana teoría científica de moda. Esto va a seguir pasando si simplemente saltamos de los estudios teológicos “teóricos” a los estudios profesionales “prácticos”. Terminaremos enseñando como verdades bíblicas teorías científicas que hoy son y mañana ya no son, porque habrá otras.
¿Qué debemos hacer? La impresión que tengo con el artículo “Re-landing Theological Education” es que la solución es cambiar de cursos basados en el contenido (text based) a cursos dirigidos por el aprendizaje en contexto (context driven learning). Estoy de acuerdo con el cambio del paradigma de la enseñanza al paradigma del aprendizaje; del enfoque en el maestro y en el contenido al enfoque en el estudiante y su aprendizaje. A propósito, esto viene de las nuevas filosofías de las ciencias de la educación. Sin embargo, el punto no es tener más cursos prácticos y menos cursos teóricos, ni hacer más cosas en lugar de pensar más cosas. Aquí se refleja esa vieja dicotomía de la que hablé arriba.
Yo creo que la tarea más importante que deben hacer los seminarios y la educación teológica en general es formar el pensamiento crítico en los estudiantes. Las universidades también buscan hacer eso, pero en la educación teológica hay un enfoque muy distinto y unico. Deberíamos buscar que nuestros estudiantes adquieran “criterio teológico” para pensar y hacer lo que sea. Por eso un médico o un educador o un trabajador social que venga a estudiar a nuestro seminario no viene a “hacer más cosas”, sino a adquirir el criterio teológico que le servirá para desempeñar sus funciones de una mejor manera, orientada teológicamente. Si el estudiante adquiere este criterio teológico, no necesitará que el seminario lo exponga a cada situación ministerial o profesional que enfrentará en su trabajo, porque ella sabrá qué hacer, cómo hacerlo y, sobre todo, por qué hacerlo.
De modo que los seminarios no tienen por qué invertir su tiempo y recursos en diseñar programas o cursos en los que se ofrezcan todos los detalles ministeriales o profesionales posibles (apenas podrán cubrir una pequña porcion de los mismos). Sino que lo harán al enseñar a sus estudiantes a pensar teológicamente con criterio teológico. El profesional activista (practitioner) tiene que pensar no solamente en términos bíblicos y teológicos tradicionales, sino sobre todo en términos de su propia profesión. Él debe tener el criterio teológico para fundamentar lo que hace y para ponerlo en la ruta misional del pueblo de Dios, sin importar cuál sea su profesión. Al fin de cuentas todo debería pensarse teológicamente. Eso es lo que deberíamos enseñar en nuestros seminarios.